miércoles, 11 de marzo de 2009


La era de los por qués. La edad de los cuestionamientos, de los excesos que jamás volvemos a tener. La edad de llorar, reír, llorar, reír; amar, odiar, amar y volver a odiar. La edad de dejarnos conquistar fácilmente. La edad de hacernos los difíciles, los rebeldes, los rudos y los antipáticos. La edad de preferir estar todo un domingo con cara larga a quedarse un sábado en casa. La edad de aprender las cosas básicas de la vida, querramos o no, tarde o temprano, a tiempo o a destiempo. La etapa para aprender a ir muriendo… viviendo. Tiempo para aprender a amar, a dejarse amar (que no es lo mismo), a sufrir, a llorar de verdad y no por pequeñeces de la infancia. La edad de decir adiós, la edad de las canciones que tanto nos identifican. La edad dedejarse llevar por algo y después querer darse la cabeza contra la pared.La edad del arrepentimiento, de la soledadd, de las frustraciones… pero también de los mejores amigos, de los primeros éxitos y de un poquito de seguridad. La edad para poder decir ya fue, no me importa y hoy me rateo o en su defecto, “¿nos rateamos?”. La etapa para empezar a saber lo que queremos, y lo que no. La de los riesgos, las aventuras y los desafíos. Cada uno a su manera, nadie es igual al otro. La edad para hacerse el salvaje, el heavy y el está todo más que bien cuando por dentro te estás muriendo. El nacimiento de la pasión, de la locura y de la adrenalina. El desencanto del cuentito que nos habían armado. El reloj que marca las 12 y ya no es hora de irse a la cama, sino de salir a festejar porque la noche vuelve a empezar… o de quedarnos en casa riéndonos a carcajadas frente a una pantalla y los demás no entienden porqué. La edad de cantar hasta que te quedas sin voz, y de amar hasta que te disecás por amor.

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